domingo, 4 de julio de 2021

Fábrica de prejuicios

  


   “Y allí, ¡nadie tiene la culpa! La policía se lava las manos, diciendo que ellos no tienen la alcaidía para refugio de menores sin hogar. Los maestros se disculpan, observando, y con razón, que todo aquello que les pueden enseñar a los chicos es anulado por los mayores delincuentes que conviven en el conjunto. El director del establecimiento, a su vez, arguye que el edificio es pequeño y que él no puede hacer milagros […]”. (*)

    No; no es una trascripción de lo que escuché esta mañana en la radio. Podría ser pero no. Es Arlt, sus aguafuertes inéditas, 28 de Octubre de 1932, para más datos.   Es que “el problemita” con los menores, como escuché hoy decir, viene desde hace un tiempito atrás. Entre los legislados, cada tanto, uno u otra, cree que descubrió la pólvora. “No sé, mi trabajo es legislar”, contestó una diputada que estaba convencida de que había que bajar  la edad de imputabilidad de los menores a 12 años. El periodista le había dicho que si no le parecía que había que buscar soluciones de fondo y no sólo de forma; que si no le parecía que entre todos estamos construyendo una sociedad que de alguna manera forma delincuentes. Al escuchar la respuesta el periodista se calló un ratito, supongo que para respirar hondo.

    “[…] el juez de menores y los defensores, no sé de qué modo se justifican; los médicos que aseguran que un menor es un degenerado cuando no lo es, que no lo es cuando lo es, afirman los maestros, prácticos en esto de analizar chicos […]”. (*)

    Arlt, el periodista, y más de setenta años en el medio. Imposible seguir leyendo porque a esta hora, la costanera se va poniendo helada, así que me levanto y camino.

La 7 de marzo y Maciá debe ser la esquina más ruidosa de Santo Tomé, uno no puede ni escucharse los pensamientos. Descarto el cafecito en Bizarro porque se me antojó un helado.    Camino hasta Iriondo. En la heladería no hay nadie más que yo. La pareja llega en bicicleta, tienen catorce o quince años. Ella le dice  preguntá cuánto cuesta, y se queda afuera medio apoyada en la bicicleta. Él entra y la empleada se para firme detrás del mostrador. Le echa una mirada entre asustada y alerta a su compañera de trabajo que deja el trapo con que repasa las heladeras y se para junto a ella. Helado,  dice él. Y se queda esperando. Las empleadas siguen firmes. Yo dejo la cucharita clavada en el chocolate y me preparo para cualquier cosa. Helado…de dulce de leche, dice él aclarando el pedido. Una de la muchachas le recita los precios, del kilo, del medio, del cuarto.  Él no contesta y la empleada repite los precios. Él se da media vuelta y sale. La chica lo espera parada al costado de la bici sosteniéndola por el manubrio. Él se acerca y la mira; yo no puedo ver cómo la mira, pero sí veo los ojos de ella, que lo miran a él como diciendo: No se puede, bueno no te preocupés, otro día,  pero no se lo dice y comienza a caminar con la bici a la par; con él que la sigue con la cabeza baja. Portación de cara, pienso; de cara y ropa gastada y piel oscura; y me avergüenzo.        

   “Se ha llegado al colmo de lo irrisorio, y las contradicciones son ya tan monstruosas que la única conclusión que se desprende del examen de ellas, es la siguiente: Nuestra sociedad, con o sin culpa, está fabricando delincuentes. Y los jueces lo saben. No pueden ignorarlo; están en la obligación de no ignorarlo”. (*)

    Al rato nomás, mientras el chocolate me sabía un poco amargo me acordé: “Contemplaba al mundo que acababa de entrever con la mirada fría, que es la mirada definitiva, y veía en él, el matrimonio, pero no el amor; la familia, pero no la fraternidad; la riqueza, pero no la conciencia; la hermosura, pero no el pudor; la justicia pero no la equidad; el orden, pero no el equilibrio; la autoridad, pero no el derecho; el esplendor, pero no la luz”. No, no se equivoque, no sigo citando a Arlt ni me acordé de la editorial de la radio; es  Víctor Hugo; El hombre que ríe, 1869. Sí señor…1869 ¿qué me dice, eh? 

   (*) Roberto Arlt; Tratado de  delincuencia –Aguafuertes inéditas-. Biblioteca Página/12, junio 1996.

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