En esta tierra de ríos volubles y alucinados, la gente descree de la
literatura. Algunos ignoran que existe, otros la miran como si perteneciera a
un lugar ajeno, remoto e indescifrable mientras que más de uno no cabe en su asombro al considerar que es
real su inutilidad y siente la necesidad de justificarla y la valida en el
campo de la política, la moral, la sociología o la psicología; pero si escribo
Junio trae otra vez
un ramillete de raíces
ciegas
no remito a nada, escribo y no remito a nada pero no soy la único que escribe
en Santo Tomé, sin remitir a nada, a nada útil, a nada utilizable, a nada que
informe, o de cuenta o enseñe o aleccione o haga historia.
Tras ventanas ahora entreabiertas a pesar del frío, muchos escriben. Hay
un vecino de la cortad Paraná que hace un tiempo escribió. Don Carlos
Profumatti.
Niño azul
en las manos
la súplica
llora el cielo
y en los pies
el barro
ni besos ni juguetes
solo caricias de sol
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